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La intención es necesaria, pero no suficiente

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Si tanto deseamos un cambio personal, además de la intención debemos analizar para qué lo queremos y qué costes y qué beneficios involucra. De otro modo, encontraremos mil maneras distintas de auto-boicotearnos en el trayecto, de forma consciente o inconsciente.

A propósito de ello, decía Stephen Covey: “Si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo”. Sin embargo, repito, la intención -únicamente- no nos llevará muy lejos. De hecho, lo más probable es que siempre nos deje en los principios de las historias.

Para ejemplo, tenemos como experiencia cercana los desafíos que nos proponemos frente al comienzo de un nuevo año. Hacemos propósitos de cambios -incluso cambios radicales- que comienzan con una intención irreverente y se diluyen con igual intensidad tiempo después de haber estrenado calendario. Es entonces que nos preguntamos (como cada año) ¿por qué ocurre esta dicotomía de deseo-disolución de deseo, en tan poco tiempo y en tantos casos?

Podríamos entender que estos propósitos están cargados, más que de cualquier otra cosa, de una emocionalidad extrema. No más. No hay un espíritu intrínseco de voluntad de cambio, sino sólo la intención basada en la esperanza positiva y en la oportunidad de renovación que genera el comienzo de algo nuevo. Algo efímero, insostenible; o mejor dicho, pocas veces realizable. No hay coste personal contemplado; no hay beneficio visualizado.

Claro que hay muchos otros momentos en el año en los que, aún convencidos de querer lograr algo, terminamos claudicando, volviendo al camino conocido y convenciéndonos -de paso- que tampoco estaba tan mal. Esto pasa por la desconexión del Ser con el Hacer y por la falta de contemplación respecto a todas las variables involucradas en cualquier cambio que decidimos emprender.

La ecología del cambio personal. Todo está conectado con todo.

De eso se trata el enfoque sistémico, de concebir la posibilidad de explicar un elemento a partir de su relación con el todo. La lógica sistémica busca entender las interrelaciones entre las diversas variables que constituyen el sistema (en este caso la persona). Busca el equilibrio del cambio, medir el impacto en todas y cada una de las áreas personales. Y esto, por supuesto, será único en cada caso.

¿Cuáles son esas áreas personales? Veamos algunas.

  • Ética, moral y valores.
  • Pensamientos, creencias, emociones, conductas, percepciones.
  • Familia, pareja, amistades.
  • Grupos de pertenencia profesionales, religiosos, sociales, culturales.
  • Aspectos de salud física, mental y emocional.
  • Aspectos financieros, económicos, legales.

Si repasamos lo expuesto, se nos simplifica el panorama que nos impedía comprender los porqués de la poca sostenibilidad de cualquier desafío que no fuera planteado desde estas bases fundamentales.

Por ejemplo, si planeamos darle forma a un proyecto de negocio propio, debemos evaluar cómo ese desafío impactará a nivel coste-beneficio en todas las áreas de nuestra vida. Veamos algunos puntos a contemplar dentro de esta meta particular:

1.- Probablemente, en los primeros tiempos nos quitará tiempo dedicado a la familia, a los amigos, a la vida social en general.

  • ¿Eres consciente de que tus hijos están entrando en la adolescencia y será cuando más te necesiten?
  • ¿Tienes alguna forma de compensación?
  • ¿Cómo afrontarás los conflictos que puedan surgir?

2.- Es posible que al principio tengas gastos inesperados.

  • ¿Estás financiera-económicamente preparado para solventarlos?
  • ¿Tienes resguardos?
  • ¿Puedes prepararte de antemano algún apoyo eventual?

3.- Seguramente tendrás vaivenes en la estabilidad del negocio al comienzo.

  • ¿Estás emocionalmente preparado para resistir, para no rendirte, para recuperarte ante una caída?
  • ¿Tienes una visión comprometida y responsable a largo plazo?
  • ¿Cómo está tu confianza?

Está claro que todos queremos resultados positivos cuando nos proponemos cumplir con una meta personal, pero es fundamental considerar toda la ecología que ese cambio supone en nuestras vidas. Por ello, necesitamos intención, análisis, proyección. Eso nos permitirá dar pasos más certeros, revisar lo que haya que revisar, cambiar lo que sea necesario, trabajar en algunos aspectos y/o redefinir el proyecto en todo o en parte. Siempre avanzar; nunca quedarnos sólo en la intención.

Tal vez, por esos motivos, cada vez son más las personas que deciden afrontar los cambios de manera más profunda y responsable. Y en sintonía con ello, cada vez son más los profesionales que buscan distintas herramientas para promover y facilitar el cambio real en los procesos de desarrollo personal como el coaching, la psicoterapia, la educación, etc.

El enfoque sistémico es el único que nos permite considerar todas las partes involucradas en un todo.

Un cambio, efectivamente, es un todo en el que cada parte tiene una incidencia que debe ser considerada para convertir, o para ayudar a otros a convertir, en realizable y sostenible cualquier proyecto personal y de cualquier índole.